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En conclusión, todos podemos tener una correcta identidad en Cristo cuando huyamos del pecado, cuando nos sometamos a Dios y atesoremos Su Palabra. No tengas un concepto equivocado de ti mismo, y más bien recuerda quién eres y cuánto vales para Él, y aférrate a esa verdad.
Jesús, dando su vida para librarnos del pecado, revelará que Él mismo lleva el Nombre divino: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo soy» (Jn 8,28).