Jesucristo es mi fortaleza

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Todos necesitan fortaleza en Cristo

No estás aquí por azar ni por error. Escogiste venir a la tierra a aprender, crecer, hacer cosas extraordinarias y llegar a ser más como tu Padre Celestial. En esta travesía, afrontarás momentos de adversidad, pruebas personales, desánimo y desilusión, que pueden parecer abrumadores. Tal vez te sientas atrapado en esas situaciones ahora mismo.

Durante tales momentos, recuerda que tu Padre Celestial te ama; siempre lo ha hecho y siempre lo hará. Debido a Su amor infinito y perfecto, envió a Su Hijo, Jesucristo, para fortalecerte y ayudarte a seguir adelante. Y Jesús vino, porque Él también te ama profundamente.

Lamentablemente, algunas personas no reconocen la necesidad que tienen de un Salvador. No entienden que, como todas las personas, cometerán errores que no podrán arreglar, experimentarán pérdidas que no podrán recuperar, y afrontarán problemas y tragedias que no podrán sobrellevar por sí solas. Tampoco pueden vencer el pecado y la muerte por sí mismas; eso significa que ellas —y todas las personas— necesitan la Expiación de Jesucristo, con la fortaleza que esta puede brindar.

Él tiene el poder de fortalecerte

En Su última noche en la vida terrenal, Jesucristo entró al Jardín de Getsemaní. Allí se arrodilló entre los olivos y comenzó a tomar sobre sí los pecados del mundo. Ese gran e infinito padecimiento “hizo que [Él] […], el mayor de todos, temblara a causa del dolor y sangrara por cada poro” (Doctrina y Convenios 19:18).

Después, Jesús fue llevado al Calvario y crucificado. Allí completó Su sacrificio expiatorio. Dio voluntariamente Su vida y luego se levantó triunfante de la muerte. En esta época de Pascua de Resurrección, me regocijo en declarar que Jesucristo vive. También declaro que Él no solo quitó la carga del pecado, sino que, mientras lo hacía, también “sufri[ó] dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases” (Alma 7:11; cursiva agregada).

El Salvador sintió cada pena y dolor, y sobrellevó, de manera personal, toda la angustia y los padecimientos experimentados por ti, por mí y por cada alma que haya vivido o vivirá. Gracias a lo que Él aguantó física, mental y espiritualmente por ti, sabe cómo fortalecerte.

Tal vez te sea difícil creer que Jesús esté interesado en ayudarte al ser solo una persona entre millones de la misma edad. Si alguna vez piensas que Él tiene mejores cosas que hacer que fortalecerte en tus momentos de necesidad, piensa en Él en aquel jardín, piensa en Él sobre aquella cruz. “Su sangre Él derramó”2 por ti, pues sabía que valías la pena; aún lo sabe. Él está extremadamente interesado y dispuesto a ayudarte a ti, y es capaz de hacerlo; en este mismo momento y para siempre. Dio Su vida para poder fortalecerte conforme tú aceptes Su invitación que cambia vidas: “Ve[n] a mí” (Mateo 11:28).

Escoge andar con Él

Puedes decidir seguir a Jesucristo y hacer de Él tu fortaleza. Él “marcó la senda y nos gu[ía]”3 de regreso al Padre Celestial. De hecho, Él es “el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6).

Encuentras el camino al aceptar el Evangelio de Jesucristo conforme ejerces fe en Él y te arrepientes de tus pecados. Profundizas tu relación con Él cuando decides bautizarte en Su nombre y recibes el don del Espíritu Santo. Luego continuas en Su senda del Evangelio al guardar los mandamientos, recibir ordenanzas, honrar convenios y vivir como Su discípulo.

Tales acciones forjan una potente conexión —una conexión por convenio—, que te une a ti firmemente a Cristo, y Él a ti. A medida que caminas con Él, Él y el Padre llegan a ser tus fuentes de dirección y fortaleza espirituales. Entonces podrás avanzar con seguridad y felicidad cada día, podrás llegar a ser más como Ellos, y podrás algún día volver a vivir con Ellos y tener la clase de vida que Ellos tienen.

 

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