La infidelidad es un pecado contra el sacramento del matrimonio, que es una cosa santa instituida por Dios. El adulterio es equiparable al hurto, ya que se roba a la mujer o al marido de sus legítimos esposos.
La Biblia dice: «No cometerás adulterio». En la carta de san Pablo a los Hebreos (13, 4), el apóstol dice: «Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará».
La infidelidad espiritual es cuando alguien que está comprometido a dar su amor, devoción y su cuerpo solamente a su cónyuge, pero entonces la traiciona al darle estas cosas a otra persona.